El Horror

La tragedia se ha cebado una y otra vez con Dudweilerstrasse 93, APP D305. Empiezo a sospechar que este apartamento está situado sobre un antiguo cementerio indio (?) o lo habita el fantasma de un alemán atormentado por su pasado. Ya hace más de un mes que vivo aquí y son varias las catástrofes que me han sobrevenido, como una maldición.

Este dramatismo sofoca un poco la realidad de que cuando vives fuera de casa, lejos del cuidado paternal, las cosas son más difíciles, los problemas no se resuelven solos y las meteduras de pata se repiten una y otra vez y aprendes a base de errores.

La primera de ellas es la que yo he denominado de forma igualmente trágica y dramática ‘La peste roja’. La peste roja ha asolado mi apartamento desde el primer día. La historia comienza cuando, para evitar sobrecargar la maleta, decidí no llevar una toalla a mi aventura alemana. Como mi toalla de mano no cubría todas mis necesidades de secado, compré una toalla grande, suave y roja en el famoso Tedox (una versión hiper cutre de Ikea, más o menos).  La toalla, poco a poco, silenciosamente, fue apoderándose malignamente de todo mi apartamento. Cuando me di cuenta TODO el apartamento estaba impregnado de pelusa roja. Todo. Por más que barriese siempre sacaba polvo rojo. La ducha siempre amanecía cubierta por una finísima capa rojiza. La mesa del escritorio, las ventanas, el suelo, la cama… era imposible escapar.  Con el paso de las semanas la invasión ha sido parcialmente controlada. Hace cuatro días limpié el filtro del ventilador y estaba totalmente cubierto de la horrible pelusa roja. Sigue apareciendo polvo, aunque lo cierto es que en menor cantidad. La tragedia sigue viva, aunque no resulta tan alarmante.

Del mismo modo, la toalla contribuyó a la tragedia de la lavadora. Tras una errónea compra de suavizante en lugar de detergente, toda mi colada quedó a medio lavar y con un fuerte olor a suavizante que impregnó totalmente el apartamento, que con la humedad y el calor de la calefacción se convirtió en una verdadera jungla de suavizante, pero que guardaba otra terrible sorpresa. La toalla había dejado su sello en toda la ropa.  La pelusa roja sigue presente en mayor o menor medida en todas mis prendas, se ha agarrado a ellas y es imposible hacerla desaparecer por completo. Al igual que con  la radiación, puedes convivir con ella en cierta medida, pero no la puedes hacer desaparecer.

A estas desgracias se sumaron pequeños infortunios, como el hecho de que todos los productos de limpieza apesten y literalmente me maree del olor que desprenden, el hecho de haber perdido (aunque recuperado) la tarjeta de transporte, el hecho de que el otro día la lavadora conspiró contra mi y no me permitía sacar la ropa, algún hecho desafortunado con alguna compra… pequeñeces que no ayudan sino a aprender a base de palos.

Pero cuando todo parecía bajo control, el horror volvió a aparecer. Esta mañana, fregando cristianamente el desayuno, el fregadero dijo ‘basta’. El agua no bajaba y comenzaba a ser preocupante. Estaba atascado.  Tras probar con algún objeto largo para poder, sin éxito, desatascarlo, me decidí a desenroscar el filtro del fregadero para poder alcanzar el atasco. Ese fue mi primer error. El filtro forma parte crítica de la estructura del fregadero y lo une con la tubería de desagüe, con lo cual el agua comenzó a caer por debajo, empezando así la tragedia. Tratando de frenar la fuga volví a atornillar el filtro y ésta se detuvo, pero, insensato de mi, desenrosqué una de las tuberías para deshacer el atasco, cuando el agua (que no se me ocurrió trasvasar) comenzó a caer descontroladamente haciendo imposible recogerla, inundando el armario que aloja al desagüe y posteriormente empapando el suelo de mi pequeña cocina. El atasco fue causado por plásticos, una chincheta (presumiblemente del anterior usuario) y granos de café, que NO ayudan a desatascar. Yo, a duras penas conseguí salvarme del infierno y de inmediato inicié las labores de reconstrucción. Varios trapos fallecieron durante la tragedia. Esos son los llamados héroes.

Ahora me quedo a la espera de lo que pueda llegar. Sin conocer cual será la próxima desgracia que intente malograr mi estancia en Saarbrücken. De momento no he superado del todo las pasadas. Espero que el destino me de una tregua. Ahora, después de haber tardado en escribir una nueva entrada en el blog, ya podéis reíros de mi como es debido. Con motivo. Pero al menos sentid compasión por las víctimas, llenas de pelusa roja o de granos de café. Ellos no tuvieron tanta suerte.

Published in: on marzo 30, 2011 at 3:27 pm  Comments (3)  

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3 comentariosDeja un comentario

  1. Ay! Las cocinas del Erasmus….con sus misterios…sus pegotes de épocas anteriores…sus extraños olores….colores…figuras esponjiformes que te miran directamente a los ojos y te dicen «líiiiimpiame»….

    ¿Para cuando foticos de los desastres? ¡Todo esto hay que documentarlo!

  2. Prefiero preservar la intimidad de los afectados.

  3. Todavía no te explotó ninguna pota. Te tiene que pasar algo con el wok o algo.
    Me mantengo a la espera.
    Nota mental: comprarle a Doc un diccionario de bolsillo para que lo lleve al supermercado.


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